Había una vez una naranja fea… ¡Pero riquísima!

Héctor Molina el3mentsHabía una vez una naranja fea… ¡Pero riquísima!

Tras enviar por primera vez un pedido de Navelate al norte de España, Héctor Molina no tardó en recibir la llamada del cliente, quien en su necesidad de explicaciones espetó sin preámbulos: “¿Qué porquería me habéis mandado?”.
Había olvidado decirle que el calibre de esta naranja es pequeño y que las espinas de la planta suelen rajar la cáscara dejándola “fea”. Al margen de estos detallitos morfológicos, no hay naranja mejor en el mundo, y así se lo hizo saber al cliente, que después en un segundo pedido, quiso saber si era posible congelarla, “si fuese así me llevaría 500 kilos y de paso tenemos para comer en casa todo el año”. El siguiente movimiento del individuo en cuestión fue conformar un grupo de consumo que hoy cursa pedidos de 2.000 kilos semanales.

“Este mundo nos educa para aceptar una pieza con un calibre y un brillo determinado, sin imperfecciones a nivel visual. No sabemos lo que hay detrás de eso, somos consumidores y no tenemos ni idea. Ni en la cuna del cítrico se saben las variedades” -explica con ánimos de despertar conciencia Héctor Molina, un Joven Agricultor Innovador impulsor de la iniciativa el3ments Sun Water & Land, que con sus ideas y visión sobre la agricultura, llegó hasta Bruselas en 2012, al Parlamento Europeo.

Ese alimento no es comercial

Frente a la arbitrariedad de lo que es considerado comercial por la industria y la gran distribución, Molina no descansa para que llegue ese día en que “comercial será lo que el consumidor reconozca como un alimento auténtico que por tanto desea y quiere consumir, lejos de las distorsiones y prejuicios que hacen creer que lo que luce bien, sabe bien”.

El absurdo certamen de belleza al que se somete la estética de los alimentos está basado en una serie de cánones artificiales con respecto al tamaño, la forma y el aspecto general, que llevan a la estandarización y al aplanamiento del gusto.

 

Es por eso que la educación representa la única solución para salir de la inercia en la que están sumergidas la sociedad y los consumidores, con respecto a sus valoraciones y elecciones del alimento; para que entonces éste recupere su auténtico valor cultural y nutricional, y deje de ser considerado sólo una mercancía.

En ese orden de ideas, desde 2008 Molina ha venido ocupándose de recuperar variedades de cítricos. Actualmente trabaja con 16 que habían desaparecido del mundo comercial, entre ellas la Navelate, reina entre las naranjas desde el punto de vista organoléptico, aunque con desventajas en lo relativo a morfología y cuidado. Curiosamente, lo que el escenario comercial desestimó algún día, hoy es fuente de prosperidad para este joven agricultor innovador, quien ya trabaja para desarrollar ocho productos basados en esta fruta, y que incluyen bombones y mermeladas.

“Antes, los productores tenían que pagar para que la recogieran. El tiempo de recolecta es muy corto y presenta ciertas complicaciones. En nuestro caso, después de seis años de trabajo la gente quiere saber dónde está la finca, se interesan. Nos la quitan de la mano porque el sabor es increíble”, explica como preámbulo de otra historia: el3ments Sun Water & Land

La culpa es de Cavanilles

El célebre botánico D. Antonio Josef Cavanilles, quien describiera todas las comarcas de la comunidad valenciana tras recorrer sus tres provincias (Valencia, Alicante y Castellón), escribió a finales del siglo XVIII:

“¿Dónde hay en España, fuera del reino de Valencia; dónde hay en Europa entera igual porción de tierra tan útil, sana, alegre y divertida? ¿Dónde se ven cuatro lugares tan inmediatos y con tantos vecinos, en gran parte aumento de este siglo? Se glorian los de la Plana poseer una de las mejores porciones de Europa, y presentan las pruebas más ciertas, que son la población y los frutos”

De la inspiración derivada de este texto nació el3ments Sun Water & Land, una iniciativa en la que Molina aborda la agricultura con un enfoque que prioriza la responsabilidad medioambiental y el rol de la tecnología, así como la educación y la creación de conciencia. En la actualidad lidera un proyecto sostenible en el que están ausentes los productos químicos.

“Cuando empecé me dijeron: ‘haciendo así no recogerás ni un tomate’. Fue el veredicto de la gente mayor, que ha sufrido mucha hambre y que en su tiempo recibió la visita de una casa comercial que les ofreció un producto químico que prometía erradicar cualquier plaga. Y así llegamos al día de hoy”. Haciendo hincapié en la importancia de profesionalización, Molina agrega: “En nuestra finca manejamos cultivos de rotación, trabajamos los componentes de la tierra y así evitamos desnutrir suelo y tener que usar cualquier tipo de químico. Cuando utilizamos químico lo matamos todo. Nosotros procuramos que las amenazas se regulen de manera natural. Tenemos una finca 100% autosuficiente, contamos con nuestras propias semillas y compostaje”.

De las semillas y el terreno

“Lo recomendable es saber quién produce lo que comemos. Vivimos en un planeta en el que cada vez mostramos más desconocimiento, de todo. Por una parte ha sido un error como sociedad, y por otra, una gran señal de despreocupación”.

“En el3ments trabajamos con un banco de semillas que posee más de 1000 referencias. ¿Tomates?, por ejemplo. Conocemos algunas variedades, pero la verdad es que hay 15.000. Valencianas hay 240. Españolas hay 400.

Sabemos poco y es importante recuperar este patrimonio, porque si nos descuidamos llegaremos a ese punto en el que las multinacionales van a patentar las semillas, eso ya está pasando, y la humanidad es la que terminará pagando las consecuencias. Las semillas que se pierden, se pierden para siempre. Se calcula que desde el año 1900 hasta el año 2000 se ha perdido el 75% de las semillas de nuestro planeta”.

Quién no quiere un tomate lustroso con un calibre determinado, una fruta impecable, una lechuga sin un gramo de tierra y mucho menos gusanos. Pero, sabemos qué hay detrás de estas piezas que parecen hechas en serie, a veces hasta de plástico.

En su misión de rescatar variedades y la naturalidad de los procesos de producción, el joven agricultor innovador Héctor Molina encuentra diversos signos que deberían alarmar. Si en 2013 fueron detectados en el agua potable de Alzira restos de un herbicida que no se comercializaba desde 1983, cabe preguntarse de qué hablamos cuando aseguramos que un alimento es ecológico. Lo cierto es que en zonas donde sólo se usa agua para cultivar se han detectado químicos solubles. Para ilustrar la retórica, Molina se refiere al mapa SIGPAG de parcelas agrarias del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente que permite ver, entre otros aspectos, la presencia de nitratos y fitosanitarios.

Un cambio de mentalidad en el campo pasa por la profesionalización de la agricultura, que implica planificar, innovar y adaptar con inteligencia los avances tecnológicos para producir y ganar dinero protegiendo la biodiversidad. De esta manera, no se violentan los ciclos de la naturaleza, se hace un mejor aprovechamiento de la estacionalidad de los alimentos y se vuelve a conectar a las personas –los consumidores- con el origen de la comida.
Soy optimista. Confío en la especie humana -expresa sin ironía. Las historias detrás de la Navelate de Molina asoman, en todo caso, un rumbo sensato, revelan los giros que deben hacerse a nivel de producción, capacitación y educación, y nos dejan anécdotas importantes que atañen a nuestra salud y disfrute en la mesa: la más bonita no es necesariamente la mejor, ni lo más fácil lo que realmente nos conviene.

Escrito por: Sandra Barral

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