Del contenido cocinado a fuego lento

La paradoja de bueno rápido barato

Del contenido cocinado a fuego lento

En el mundo de la información, la generación de contenido especializado y los blogs es cada vez más común ver ofertas en las que se pide contenido original, de calidad, ajustado a las normas de SEO, incluso acompañado de fotos, por cifras tan absurdas como cinco euros por artículo. El concepto low cost parece abarcarlo todo. Y ante tal creciente realidad, los que trabajamos en periodismo mucho antes de que existiera internet, que entendemos la responsabilidad que encierra el ser comunicadores y que sabemos el tiempo que toma hacer un texto que aporte valor, nos preguntamos hacia dónde va nuestra profesión.

¿Hacia dónde va el mundo en lo que se refiere a consumo de información? ¿Qué hay detrás de un texto de cinco euros, o incluso de 10? ¿Investigación, consulta de fuentes autorizadas, contrastes de fuentes, entrevistas? ¿Es posible que alguien que ofrece textos especializados “en cualquier tema” realmente pueda entregar algo que valga la pena leer? ¿Entiende el cliente que espera pagar por un texto menos de lo que vale la hora del personal de limpieza lo que realmente está pidiendo? ¿Qué opinan los lectores? Me refiero a los agudos, y no a aquellos que devoran sin masticar y que luego tienen problemas para digerir.

 

No se puede ocultar la contradicción que supone la prisa cuando se espera o se requiere calidad

 

Buenos textos por cinco euros los habrá en la medida en que su autor acepte el trato. Tan cierto como que si el texto es bueno, seguro su creador no lo hizo “rápido”. Un artículo o post de calidad implican reflexión, un planteamiento, un proceso de construcción más relacionado con el cocinar a fuego lento que con el meter un montón de ingredientes en un microondas. La generación de contenido es un trabajo de artesanos, y aunque la realidad moderna se empeña en imponernos la velocidad, ella misma no puede ocultar la contradicción que supone la prisa cuando se espera o se requiere calidad.

La reputación del concepto fast food no es realmente envidiable. ¿Qué podríamos pensar entonces de la fast writing? ¿O de la fast creativity? Carl Honoré, embajador por excelencia del movimiento Slow y autor de libros como “Elogio a la lentitud” y “La lentitud como método” opina al respecto: “Estamos tan encandilados por la tecnología, por la rapidez de la entrega de la información, que hemos perdido la brújula para medir la calidad del contenido, parece que importa sólo la cantidad”.

Ante la avalancha de artículos vacíos o textos superficiales que ofrecen cinco, ocho, diez, o quince formas de hacer algo (preferiblemente “fáciles y/o gratis”) no dejamos de reflexionar.

Miramos al pasado y pensamos en las obras de arte, en los inventos; volvemos al presente y nos damos cuenta de que la historia no recuerda éxitos fabricados de la noche a la mañana. Todo lo bueno conlleva dedicación. ¿Por qué habría de ser diferente con el periodismo, el marketing o la publicidad?

 

Lo bueno, rápido y barato no deja otra alternativa sino la sospecha

 

De hecho, aun en los casos en los que poco importa la calidad y simplemente se pretende conquistar a Google, se necesita tiempo. Las exigencias del buscador son cada vez más, de modo que congraciarse con sus algoritmos en constante cambio supone un proceso y artimañas incompatibles con la fórmula conocida como “por arte de magia”. Irónicamente, Google no quiere que se escriba para robots, sino que se genere contenido con valor.

Honoré, como promotor de la buena lentitud, se muestra optimista: “Desde mi punto de vista, la obsesión por el contenido sólo para posicionar, sin importar la calidad, la creatividad y lo que comunica, empieza a cansar a la gente que se planta contra esa tendencia porque en el fondo entiende, aprecia, busca y reclama la auténtica calidad”.

Ojalá sean cada vez más los cansados o, en todo caso, los sensatos. Lo bueno, rápido y barato no deja otra alternativa sino la sospecha.

Escrito por: Sandra Barral